27 de Junio de 1814. Muere Hermenegildo Galeana, insurgente que combatió al lado de Morelos


Hermenegildo Galeana, el brazo izquierdo de Morelos

Morelos comenzó su recorrido por el territorio sur de la Nueva España, reclutando gente para su ejército. Al llegar a Tecpan, en el actual estado de Guerrero, conoció a un hombre que se incorporaría a su tropa, y con el que no sólo lo uniría una gran amistad, sino que, también, resultaría ser una de sus mejores adquisiciones: Hermenegildo Galeana.

Galeana había nacido en el municipio de Técpan, más tarde Técpan de Galeana, en el actual estado de Guerrero, y por aquel entonces, perteneciente a la provincia de Michoacán, el 13 de abril de 1762.

A pesar de gozar de una holgada posición económica, Hermenegildo nunca aprendió a leer ni a escribir, por lo que, desafortunadamente, no contamos con cartas o documentos a través de los cuales podamos conocer con precisión los rasgos de su personalidad, sus sentimientos, sus conflictos interiores, o el alcance y profundidad de sus ideas y conceptos. Lo que sí sabemos es que tenía un gran influjo social en toda la región de la Costa Grande, y contaba con el respeto y el afecto de la gente de la zona, gracias a su personalidad magnética, a su carácter enérgico y a su capacidad para tomar decisiones rápidas y certeras, unido todo ello a un carácter, se cuenta, en extremo generoso y bondadoso. Se dice, además, que su naturaleza sana, vigorosa y atrayente, despertaba en quienes lo rodeaban sentimientos de seguridad y confianza. Por eso, no es difícil entender que en el momento en que convocó a su gente a unirse a la causa insurgente, ellos lo siguieran sin titubear. Fueron pocos lo que tuvieron esta habilidad de suscitar entre sus subordinados actos de adhesión tan fervientes como los que supo motivar Hermenegildo Galeana entre sus aguerridas huestes surianas.

Es poco lo que conocemos acerca de su infancia y juventud. Se sabe que era hijo de José Antonio Galeana, pero el nombre de su madre, una nativa de la costa, se desconoce. De este matrimonio nacieron Hermenegildo, José Antonio, Fermín y Juana. Se casó y quedó viudo a los 6 meses, y nunca volvió a contraer matrimonio.

La familia Galeana al enterarse del inicio de la insurrección que dirigían el cura Miguel Hidalgo y el capitán Ignacio Allende en el Bajío, y el cura José María Morelos en el sur, se unieron inmediatamente a la causa. La ocasión para hacerlo se presentó cuando su hacienda quedó dentro de la ruta que seguía el ejército de Morelos, quien venía costeando por el Océano Pacífico con destino al puerto de Acapulco, pasando por Tecpan el 7 de noviembre de 1810, acompañado de un pequeño ejército mal armado, sin artillería ni caballería, pero disciplinado y animoso.

Desde ese momento, Hermenegildo, quien ya contaba con 48 años, y su hermano José Antonio, así como sus primos Fernando, Juan José y Antonio, y su sobrino Pablo, se pusieron a las órdenes de Morelos. La familia aportó a la precaria fuerza militar de Morelos su propio contingente de hombres y armas, además de un pequeño cañón al que llamaban El Niño,que se convirtió en la primera pieza de artillería con la que contó el ejército insurgente de esta región.

Galeana se caracterizó, desde un principio, por su capacidad de liderazgo, por su valor, arrojo y enorme talento en el combate, así como por su gran carisma. Esto, junto con el enorme prestigio del que gozaba entre los pobladores de la costa, le permitió incorporar contingentes de consideración a las fuerzas insurgentes encargadas de insurreccionar el sur. De hecho, fue él quien organizó los primeros batallones y creó el primer regimiento que se hizo famoso en el ejército de Morelos: el Regimiento de Guadalupe.

En el camino hacia Acapulco, Hermenegildo se distinguió peleando en las batallas de El Veladero (13 de noviembre), en Llano Grande y La Sabana (8 y 13 de diciembre de 1810, respectivamente), pero fue el 29 de marzo de 1811 cuando en la batalla del Campo de los Coyotes, Morelos se dio cuenta de sus dotes militares, ya que Galeana tuvo que suplir en la batalla al coronel Francisco Hernández, quien en vísperas de la acción, huyó vergonzosamente del lugar. Los soldados fueron quienes lo eligieron como jefe, logrando obtener  una gran victoria.

Al ser testigo de esta demostración de valor y de las dotes de liderazgo que Galeana poseía, Morelos personalmente lo confirmó en el mando y lo nombró su lugarteniente, pidiéndole que dirigiera la vanguardia del ejército independentista. A partir de entonces, lo consideró como uno de sus más allegados subalternos, y pronto lo comisionó para buscar pertrechos y aliados. Fue así como llegó, el 17 de mayo de 1811, a la hacienda de Chichihualco (Guerrero), propiedad de la familia Bravo, en busca de recursos para las tropas. Galeana, además de armas y víveres, consiguió que la familia Bravo, conformada por Leonardo, sus tres hermanos, Miguel, Víctor y Máximo, y su hijo Nicolás, se unieran a la causa de Morelos.

A estas alturas, Galeana ya había conquistado la absoluta confianza de Morelos. Nadie, hasta entonces, había cumplido con tanta decisión, valor y exactitud las órdenes recibidas, como este hombre, que se agigantaba a la sombra del caudillo de los ejércitos del sur. Esto, aunado a la serie de victorias que había logrado, llevó a que Morelos le diera a Galeana el mando de una de las tres divisiones de su ejército; las otras dos estarían dirigidas, una, por él mismo, y la otra, por Miguel Bravo. Con este cargo, Hermenegildo continuó sus victorias, ocupando Taxco, a fines de noviembre de 1811, y posteriormente, Cuernavaca y parte del Valle de México.

En agosto de 1812, los insurgentes tomaron Tehuacan. Es aquí donde Morelos tuvo que decidir a quien nombrar para sustituir a Leonardo Bravo, quien había sido su lugarteniente general y había caído prisionero de las tropas realistas. A pesar de que los méritos militares de Hermenegildo Galeana eran inigualables, tenía la enorme desventaja de no saber leer ni escribir, por lo que dicha decisión recayó en el joven abogado y cura Mariano Matamoros, a quien Morelos nombró Mariscal.

A partir de este momento, Matamoros quedaba como segundo en jerarquía e importancia dentro de las tropas comandadas por Morelos, por lo que, en caso de fallecer éste o caer prisionero, Matamoros quedaría al mando. Sin embargo, el general no dejaba de reconocer la valentía, disciplina y liderazgo de Galeana, por lo que, el 12 de septiembre, también lo nombró Mariscal, “por su valor, trabajo y bellas circunstancias”. Ante tal decisión, lo único que expresó Galeana fue: “Yo no sabré escribir en un pedazo de papel, pero sé dirigir una batalla”. A partir de ese momento, él y Mariano se convirtieron en los más importantes colaboradores militares de Morelos, quien, bien diría, tenía en Matamoros a su brazo derecho, por su inteligencia y preparación, y en Hermenegildo a su brazo izquierdo, por su valor y arrojo.

La batalla del 5 de enero de 1814 en Puruarán representó para los insurgentes una de sus derrotas más dolorosas, pues no solo el desenlace fue fatal, sino que los realistas lograron capturar a Mariano Matamoros, quien, después de haber sido conducido a Pátzcuaro y posteriormente a Valladolid, fue fusilado el 3 de febrero de 1814. Enfurecido y en represalia, Morelos mandó a Galeana de regreso a Acapulco, ordenándole pasar por cuchillo a 200 soldados realistas presos.

Ante estas graves derrotas, el Congreso eligió a Juan Nepomuceno Rosains para tomar el lugar de Mariano Matamoros, imponiéndoselo a Morelos. Hermenegildo y los demás jefes lo aceptaron con disgusto, pero se sometieron a las órdenes de este hombre que, carente de experiencia militar, los condujo inevitablemente al fracaso en Chichihualco, después de lo cual Galeana manifestó a Morelos su deseo de abandonar el movimiento y regresar a la hacienda de El Zanjón.

Tanto las palabras de Morelos como las noticias del avance de los realistas disuadieron a Hermenegildo de su intento, por lo que reorganizó sus tropas, tomó el pueblo de Azayac, y partió hacia Coyuca. Sin embargo, fue en ese camino, por el puente El Salitral, donde su ejército, al ser sorprendido por las fuerzas realistas del teniente coronel Fernández de Avilés, se dispersó. Hermenegildo buscó confundirse entre sus hombres, pero fue perseguido y cayó de su caballo, quedando malherido al golpearse con la rama de un árbol. Un soldado realista, llamado Joaquín León, logró darle muerte con un disparo en el pecho, procediendo a cortarle la cabeza para entregarla al escarnio público en Coyuca. Era el 27 de junio de 1814.  Fernández de Avilés no permaneció impávido ante la mofa que algunos hacían de los restos de Galeana, por lo que, con total indignación, y tras reconocer: “esta cabeza es la de un hombre valiente”, ordenó que fuese sepultada en el atrio de la Iglesia.

Al saber de su muerte, Morelos exclamó: “¡He perdido mis dos brazos!, ya no soy nada”. Se dice que el cuerpo de Galeana fue recogido por dos de sus soldados y sepultado en secreto; hasta la fecha, se ignora el lugar donde fue inhumado.

El 19 de julio de 1823, el Congreso declaró a Hermenegildo Galeana Benemérito de la Patria, pasando su nombre a la historia como el de uno de lo más valerosos hombres que participaron en la lucha por la independencia de México.

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